Literatura > Poesías
Biblioteca Virtual de Poesía
Esteban Nicotra - La vida que se vive (2006)
2012-06-26 | El Descubrimiento
La vida que se vive
Esteban Nicotra
Editorial Brujas, Córdoba, 2006.
COMENTARIOS
Extractos de críticas y reseñas al libro “La vida que se vive”:
“El objeto de este libro no es hallar un remedio sino descubrir otro tipo de daño, otra enfermedad: la existencia desolada por el desamor, o, para decirlo con cierto sarcasmo, ‘la vida que se vive’. (…) Estas hojas de ‘carnet de condenado’ aspiran y –al mismo tiempo- se resisten al arte: quieren configurar una visión de la realidad pero –simultáneamente- se rehusan a usufructuarla impúdicamente, es decir, a convertirla en roturable parcela estética de la vida obstruida. Presumo que el sentido de esta poética existencial es doble: por un lado, intenta consumar íntegramente una catarsis, al hacer pública la clausura anímica en la cual se debate, y por el otro, trata de someter la agonía a una ascesis, una ascesis que le permita sobrepasarla sin abismarse invariablemente en la incomprensibilidad total que por momentos ella asume, esa incomprensibilidad que opera como el pedal que está prohibido usar al ejecutar la partitura de esta poética, casi obligada, por la dialéctica que la genera, a la esperanza. Y es esta ascesis, justamente, la que le otorga –de improviso, sin proponérselo, como si fuera un inesperado giro hacia la salud- jerarquía estética a la catarsis.” (Ricardo H. Herrera, reseña inédita comentando la primera edición (Aire Nuestro, 1992), y primera parte de la segunda edición de “La vida que se vive” enviada a la revista “Proa”, 1992).
“Un escozor, tal vez inevitable, puede sacudir al lector de estas páginas de Esteban Nicotra, pues ya en el primer poema de ‘La vida que se vive’, el autor inicia sin titubeos, descarnadamente, sus develaciones acerca de la muerte y la soledad. Los dos temas emergen vigorosamente en los poemas, y la fragilidad, la vulnerabilidad de nuestro cuerpo, de nuestra vida impregnada de mortalidad, nos muestran desde el instante inicial, la visión del poeta acerca de la existencia.
La desnudez raigal, será la condición de la que partirá, para ver y sopesar la realidad; desnudez, soledad, silencio, en tanto el mundo, la vida, extienden sus ceremonias, sus promesas -ese cíclico retorno de la luz- que nos renuevan cada día el deseo de vivir y expulsan, a medias, los espectros del miedo y la decepción.” (Carlos Garro Aguilar, en “Lo vulnerable y lo posible”, Revista “Fénix” N° 22, Córdoba, 2007).
“’La vida que se vive’ de Esteban Nicotra puede presentarse como un cuaderno íntimo que da cuenta de la reconstrucción de la vida a partir de una ausencia. Así, a pesar del título del libro, a lo largo de estas páginas sentimos la presencia constante de la muerte (…) Pero esta esfera íntima pronto se convierte en conciencia histórica: Nicotra no hilvana sus palabras en torno a un abismo atemporal” (Matías Ducart, en “La palabra del duelo”, Revista “Fénix” N° 22, Córdoba, 2007).
“Con un tono impersonal, clásico, donde el uso del ‘tú’ crea una atmósfera de distancia, el poeta busca sumergir al lector en esa noche afiebrada del poema” (Roberto Daniel Malatesta, en “Las ruedas que ruedan tu amargura”, “El Litoral”, 7 de febrero de 2009.
Poemas de: LA VIDA QUE SE VIVE
UNA MAREA DE HIELO SUBIRÁ…
Una marea de hielo subirá
desde los pies a la boca.
La vida, casi una fiebre,
irá huyendo como un río
hasta el último pantano de los ojos.
Y no sabremos por qué estamos muriendo.
Los grandes rascacielos de la noche
seguirán escuchando el rumor de las calles
y la frente será un témpano.
La lámpara,
hipnotizada insistirá sobre estos párpados
desesperadamente inmóviles...
Mudas presencias,
las formas familiares
van buscando rincones de olvido.
TERROR DEL DÍA
El terror del día
hace temblar el cuerpo
como si estuviera desnudo.
Cerrar los ojos, apretar los dientes, beber el propio aliento,
puede llegar a salvarte.
O tal vez el calor de tus recuerdos.
(Es extraño ver cómo quedan las cosas de los que se han ido.
No se hablan más que a sí mismas,
como si estuvieran ciegas).
Todo está bien mientras nada se mueva.
No hay que arriesgarse al azar de las calles;
la mañana mira por los ojos de las estatuas:
todo se refleja en su iris vacío.
Y los huesos gimen
su dolor de carne, de pequeña luz,
tan fácil de apagarse.
El cuerpo se ampara a sí mismo,
como las manos ocultan la llama
a los golpes del viento.
1975-1983
MUERTOS DEL MAR
Ahora comprendes la vieja plegaria.
Ahí van por la mano los dedos
como una procesión
de tus muertos.
De nada vale buscar con la frente
el oasis del muro.
Eres un ser de piedra;
la carne cada vez más
se parece a los huesos.
Hay una vida olvidada
detrás de lo más duro,
y una muerte encerrada en nuestros cuerpos.
Afuera el viento va dejando
las huellas de la vida
y es lejano el amor del árbol con la nube
–las ramas se extienden
pero las formas blancas huyen.
En la sombra
late el pecho de dormidas palomas.
Pero no hay sangre,
no hay fuego,
sino el ondular lánguido
de cuerpos desnudos, casi algas,
entre las sábanas de agua.
Rostros cenicientos se hielan
con los ojos abiertos
bajo las olas verdes.
Y la noche está increíblemente pura...
1982
LA MAÑANA. DESCANSA LA CIUDAD
La mañana. Descansa la ciudad.
Oigo el silencio,
la luz que late en cada uno
de estos objetos dispersos que duermen,
la esperanza del día
que reposa en sí mismo.
Esas plantas saben lo que está ocurriendo:
las palmas abiertas bajo el sol,
el vello absorto absorbiendo las gotas
de esta gracia que regala el silencio...
Ya se eleva el rumor de la marea
de los que, nuevamente,
empiezan a soñar.
EN MEMORIA
Me basta este cuadrado de cielo
para entender que eres infinito.
Sin saberlo, te he dedicado mi vida,
desde aquella sombra
por el bosque de los álamos,
y el ritual del fuego
en la hojarasca.
(Los párpados cerrados presienten a los muertos,
la música los trae
y viven como formas borrosas:
estas palabras van buscando sus rostros).
Eras el temblor de los árboles,
las figuras del humo,
la luz de un gesto.
HASTA EL AGUA TE ESPERABA
Hasta el agua te esperaba,
iba pasando, encorvando su lomo de lagarto
sobre la línea de la orilla,
sus ojos de luz clavados en el horizonte.
Los árboles masticaban sus verdes murmullos
y el sol dormía, colgado en el cielo.
El agua sigue pasando, lenta
como engañándome el tiempo.
Y allá donde muere el camino
el viento y la arena te simulan,
y el sol te da vida,
en un juego que aliento
para acostumbrarme a tu ausencia.
TE DESCUBRO EN EL CIELO
Te descubro en el cielo
cuando se va la tarde
como a estas estrellas primeras
que limitan la noche,
que la hacen humana,
para que mis ojos la recorran
como los viejos navegantes.
Cada una es un punto en la memoria,
donde contigo me reúno.
Vuelvo de este viaje,
y traigo el corazón, recuperado,
de mis manos a tus manos hermanas.
UN ALBA
En el infinito mundo de estrellas
estás tú, flor golpeada por el viento,
y mis manos y mis labios
que te liban hasta el recuerdo
de la semilla que soñaba
bajo el campo de sal.
Mira allá, en el horizonte,
las nubes de ceniza
que el alba va encendiendo... Amanece,
también para nosotros
nuevo es el día,
y por tus venas
corre el verde.
COMO UN CIEGO
Tan grandes como sus ramas
son las raíces del árbol, o aún más;
así es mi amor, que no se ve.
Sólo bajo el sol
estas ramas desnudas
en un atardecer dorado.
Pero cuando llega el viento,
y se arremolina el granizo
en la noche de la furia,
hundo mis dedos callosos allí,
en la tierra húmeda,
como un ciego, con los dientes apretados,
con la seguridad que da la ceguera,
el saber de las pocas cosas
que te sustentan.
PASAN LENTAS LAS NUBES
Pasan lentas las nubes
recortadas por el filo dentado
de paredes de ladrillos
y miro reflejada en el vidrio
mi vida, resquebrajada.
Pero esta tarde tiene
una calma oculta.
Se plasma en el último sol de los edificios,
se mece en el lenguaje ínfimo
de unas hojas de ramas olvidadas.
La tarde me regala ese sosiego escondido:
calla corazón ardido, muerde
en las ruedas que ruedan tu amargura,
escucha ese lenguaje que murmuran
las cosas más calladas,
las huellas de una vida perdida
que perdura, estas raíces
entre las grietas del asfalto.
NOCHE SONÁMBULA
Ciudad abandonada
en el aire del verano.
Irreal es tu vida,
caminando sólo caminando,
como aquel espectro de Bradbury,
bebes su secreto
en esta noche sonámbula.
Pisan tus pies las manchas del día,
velan sus nichos las luces insomnes,
alguna, roja, vuelve otoñal un follaje.
Como un sueño
pasa un soplo de tierra viva,
pero pesa el silencio en el asfalto
y un rumor de neón
vigila este desierto de nadie.
En un país que ha conocido el crimen,
Edipo cegado, mendigo inerme,
caminas absorto aferrado a tu flauta de caña,
hasta el final de las calles,
hasta donde vuelca el horizonte
la leche tibia de la madrugada.
ANTES DE LA NOCHE
Antes que estas nubes grises
cubran con su herrumbre el cielo
ese ebrio tiene que encontrar
su voz para poder cantar;
antes que las luces se enciendan,
en un silencio de escenario fatal,
tendríamos que poder oír la voz de la tragedia,
como un relámpago,
sobre la plaza de la ciudad;
antes de que llegue la noche
tienen que brillar unos ojos
(que sólo supieron llorar
y hace años que están secos);
antes que tú y yo tengamos que callar,
debe llegar como una ola,
hasta estas paredes fantasmales,
un rumor como un mar;
antes de que sea tarde
y acunados como niños,
gusanos en su capullo invernal,
tengamos que volar;
antes que este aire extraño,
confuso, se pierda en el alba
y la vida normal vuelva a empezar,
antes de que nos dejemos de amar,
antes de que el silencio silente
como el grito de una multitud
amorfa de estadio
no nos deje escuchar;
antes de la noche final,
cuando los gallos giman,
y los pájaros enloquecidos
crucen al azar,
¿veremos las ciudades del sol:
su rostro de verdad?
ELLOS VUELVEN
En la noche,
como traídos por las olas negras,
entre el sudor salobre de las sábanas,
ellos vuelven.
Llegan hasta tu cuarto a oscuras
y flotan sobre tus párpados caídos,
hasta que te levantas, insomne.
No dicen nada,
te miran con sus ojos de corderos,
sonríen, cantan su canción muda,
como tantos años atrás.
Y tú caminas y caminas,
entre las dunas,
entre las zarzas y el viento,
hasta que tus pies
pisan la arena firme de la playa,
y tu paso va recto y seguro,
hasta que te internas
en el agua helada del alba.
Todos poemas del libro “La vida que se vive”, Colección Vital, Editorial Brujas, Córdoba, 2006.
DATOS DE ESTEBAN NICOTRA
Esteban Nicotra
(Villa Dolores, Córdoba, Argentina, 1962).
Profesor y licenciado en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba.
Ha publicado, entre otros: en poesía, “La vida que se vive”, Aire Nuestro, Córdoba, 1992 y, con ese mismo título, “La vida que se vive”, Brujas, colección Vital, Córdoba, 2006, libro que reúne los poemas de su libro anterior más los recientes de la sección En cada día que pasa. En ensayo: “La realidad en la palabra. Escritores italianos del siglo XX y nuestros días”, Brujas, Córdoba, 2005 (Incluye ensayos sobre Ungaretti, Gadda, Luzi, Gramsci, Pavese, Sciascia, Pasolini, Rossi, Cucchi y traducciones de jóvenes poetas algunos incluidos en la antología Nuovissima poesia italiana (2004)) y también el libro “Ser el otro. Apuntes sobre la traducción literaria y versiones de poesías italianas contemporáneas”, Brujas, Córdoba., 2007 (Incluye traducciones de Sbarbaro, Pavese, Pasolini, Giudici, Rossi, Cucchi, Parri, Lamarque y D’Elia). En esta editorial en la colección “Vital”, ha publicado sus traducciones (por primera vez al castellano) y ensayos introductorios de los libros “Del diario (1945-47)” y “Empirismo herético” de Pier Paolo Pasolini y “Por un segundo o un siglo” de Maurizio Cucchi.
Ganador del “Concurso de traducción de poesía italiana contemporánea”, del Gobierno de Italia para la traducción al castellano del libro “Gente di corsa” (Garzanti, Milano, 2000) del poeta italiano Tiziano Rossi, publicada como Gente al paso por Editorial Atuel, Buenos Aires, 2002. Ha publicado también numerosos ensayos sobre escritores y traducciones de poetas italianos (Pavese, Saba, Campana, Conte, Dante, etc.) en libros, revistas y diarios del país y del exterior. Ha dictado diversos cursos de posgrado y conferencias y participado en numerosas mesas de debate y lectura de poemas. A su cuidado estuvo la edición y el estudio introductorio del libro “Por un poco más de luz Obra poética 1974-2005”, que reúne la poesía completa del poeta Horacio Castillo. Profesor de la cátedra de “Literatura Italiana” y del “Seminario de Traducción Literaria del Italiano” de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (1986-2011). Se especializó en literatura italiana contemporánea en la Università degli Studi de Florencia (1988-1990).
Descargar Archivo
|