Notas > Coyuntura
Transcripción del texto escrito por Aldo Parfeniuk acrca de Jorge Martín Furt leído durante el Homenaje organizado por el Concejo de Representantes de la Municipalidad de Villa Carlos, el 07/02/14, en su casa-castillo de Villa del Lago.
Retrato de JORGE MARTIN FURT. Por Aldo Parfeniuk.
2014-02-19 | Aldo Parfeniuk
Los pioneros
Retrato de JORGE MARTIN FURT -en el mes aniversario de su fallecimiento-
por Aldo Parfeniuk
Homenaje organizado por el Concejo de Representantes de la Municipalidad de Villa Carlos, el 07/02/14, en su casa-castillo de Villa del Lago (V. C. Paz)
Trayéndola a nuestros días la figura de Jorge Martín Furt (1902-1971) nos ofrece, entre muchas otras cosas, el ejemplo de cómo construirse culturalmente, desde lo local hacia lo universal ( aunque siempre lo local profundizado es universal) Y digo que es un ejemplo especialmente porque su trayectoria, su historia de vida, muestra claramente de qué manera, cuando a alguien le ofrecen algo nuevo o complejo, pero que nunca había conocido ( porque siempre vivió encerrado en los rituales y las formas cotidianas y pueblerinas) al principio puede no aceptarlo. Sin embargo, cuando encuentra cómo apropiárselo y establecer comparaciones, logra dase cuenta que lo puede degustar y disfrutar, sin que por ello tenga que renunciar a lo de siempre.
Al decir esto de algún modo estoy hablando de la educación de cualquier niño frente al panorama de la variedad de platos al que suele cerrarse normalmente porque lo único que comió en su vida es milanesa con puré. Es decir, hablo de la formación, del cultivo del gusto que, como en todos los órdenes de la vida, no puede formarse ampliamente y desarrollarse debidamente sin la libertad de probar, de experimentar y de ampliar permanentemente nuevos horizontes.
Y al recordarlo así a J. M. Furt, hablo de nosotros, los de aquí, de esta ya crecida Villa Carlos Paz, en la que nací y crecí, y de las posibilidades que tendríamos de formar masa crítica cultural, trayendo -aunque sea de vez en cuando- a alguno de los mejores poetas, pintores, escultores, novelista, bailarín o actriz. Aunque sea -al principio- para que vengan nada más que diez o quince a mirarlos y a escucharlos… Porque eso es lo que sucede cuando se experimenta algo diferente y complejo por primera vez: vienen unos pocos. Pero sin eso, sin esos pocos que después serán más, quedaríamos siempre encerrados en la estrechez parroquiana, sin madurar ni crecer culturalmente, es decir humanamente. Contar con recursos para ello no hay que pensarlo como inversión: bien puede ser un gasto sin aparente retorno, al menos en lo inmediato, como cuando gastamos en la educación de nuestros propios hijos. Pero sin eso (y a esto lo sabemos bien la gente de la cultura local, que nunca somos demasiados) jamás vamos a lograr darle trascendencia a lo pequeño y más propio, porque no vamos a poder profundizarlo y sacarle los jugos nutricios que lo superficial deja que se pierda. Y al decir esto, en realidad estoy hablando de Jorge Martín Furt: de lo que este argentino trascendente (mitad lujanense y mitad cordobés aquerenciado en Villa del Lago, para terminar de ser universal) hizo de su vida, con absoluta entrega y generosidad. Sin abandonar ninguna de sus localías se transformó en un ciudadano del mundo, orgulloso de su origen y de su identidad. Allá por el 1946 no solamente liquidó todos sus bienes, sino que se endeudó para que el archivo Alberdi no se fuera del país.
Y vean su comienzo (una vez salido del Colegio de Lacordaire, de los Dominicos, en Bs. As.) Identificado y enamorado del hombre de la tierra y de sus paisajes, a los veinte años ya había dado cuerpo, con erudición, a uno de los primeros cancioneros de nuestro país, que recoge las costumbres culturales y la poesía popular, anónima: el Cancionero del Río de la Plata (1921) del que después daría otro volumen y de los cuales aprendieron y continuaron Juan A. Carrizo, Orestes Di Lullo, Juan B. Ambrosetti, Julio Viggiano Esaín y tantos otros.
Aunque hoy olvidado, Furt es una figura clave –y “mayor” como se dice- de nuestra literatura. No solamente en tanto autor de sus propios poemas, impregnados de misticismo y religiosidad, la mayoría escritos en su atalaya serrano de estilo florentino; lo es también por haberse tomado el arduo y necesario trabajo (lo mismo aquí que en sus queridos pagos bonaerenses) de recoger los cientos de coplas populares, anónimas, de la gente que durante siglos, y antes de que por aquí recalaran los Paz y otros hacendados, ya andaba negociando con los naturales del lugar, arreando ganado o guerreando en montoneras y cantado: para dejarnos en la transmisión oral algo ( o mucho) de lo que es ser serrano, picardía incluida:
Antenoche y anoche
Y esta mañana
Me corrieron los perros
De tu ventana
Y si hubiese que dar pruebas de la metafísica serrana, entre lo mucho levantado por Furt, y citado por quienes, como Julio Viggiano Esain y Oscar Caeiro, estudiaron a nuestro ilustre vecino (propietario, también, de la histórica estancia “Los Talas”, de Luján, donde en tiempos de Rosas no solamente buscó refugio Esteban Echeverría, sino donde hospedó a su legendario “Archivo Alberdi”, cada día más consultado por estudiosos de todo el mundo) podemos leer:
No me llamen de mi nombre
Que mi nombre se perdió:
Llamenmé florcita verde
Que del árbol se cayó
En este año tan especial del Centenario de V.Carlos Paz que acabamos de vivir los vecinos de la zona, de balances de todo tipo y ejercicios de la memoria, no se podía pasar por alto recuperar la poco recordada imagen de uno de nuestros vecinos más calificados, de quien sigo enumerando algunos de sus más importantes aportes. ( y en esta enumeración sólo al pasar menciono algunos detalles domésticos que lo pintan: vivía con su jeep embargado -y a veces secuestrado- en razón de que cualquier vecino que se lo pidiera en garantía lo obtenía; y claro: a veces se olvidaban de pagar o no podían. Siendo seguidor del Partido Radical puso el dinero necesario para que la agrupación tuviera su sede partidaria en Cosquín, algo que pronto fue olvidado…)
Por eso: recuperar a Furt es muchas cosas a la vez, y no solamente tiene, para la literatura -y especialmente para la literatura de Córdoba y del país- interés -por ejemplo- en relación con la vida y obra de Luis de Tejeda, habida cuenta de que él fue quien exhumó los valores inaugurales de un género (la poesía) y una obra que podrían haberse perdido para siempre. Todos sabemos que sin ese trabajo (y excepcionalmente uno anterior de Ricardo Rojas) no hubiésemos podido saber que Luis de Tejeda, cordobés, fue nuestro primer poeta criollo, argentino. Otro tanto cabe decir respecto de las tradiciones, tan gravitantes en buena parte de la lírica mediterránea, vinculadas a la literatura religiosa o a la poesía mística, que él tan bien entendía y que con tanto empeño estudió.
Lo mismo hay que decir con relación a su contribución a la historia de la investigación y preservación de fuentes documentales directas de la historia nacional y latinoamericana; o su actividad como bibliófilo, arqueólogo, filólogo, museólogo, etcétera, mucho de lo cual fue recibido a temprana edad de parte de calificados formadores europeos, especialmente en Italia, donde con algo más de veinte años de edad, fue becado (màs precisamente en el Vaticano).
El hecho es que Furt, sobre todo, nos resulta imprescindible especialmente aquí, en esta Carlos Paz olvidadiza de sus mejores valores culturales, y en esta Córdoba que solamente concibe que haya cultura calificada y con buena infraestructura en su ciudad capital. Y nos resulta imprescindible para comenzar a investigar, por ejemplo, mucho de lo que tiene que ver con la presencia de una buena cantidad de creadores (no sólo escritores y poetas, sino también pintores, cineastas, actores..) en décadas pasadas, en las regiones y villas de descanso y turismo de nuestra provincia; regiones que -reitero- en la mayoría de los casos todavía ignoran el patrimonio cultural del cual son depositarias. La historia, o la sociología de la literatura, preocupadas como siempre en ampliar sus campos y objetos de estudio, han renovado en los últimos tiempos su interés por la investigación e interpretación de los múltiples aspectos que tienen que ver con los contextos y las condiciones de producción de las obras. La ocasión es ideal para volver sobre esas numerosas obras (y sus autores, por supuesto) que seguramente en muchos casos habrán sido pensadas, repensadas, debatidas o ejecutadas, en estos lares, en estos ámbitos nuestros, sin que hasta el momento se tengan noticias y referencias detalladas de tales hechos, como debiera ser.
Y el hecho es que ignorar todo eso es un lujo que, francamente, no estamos en condiciones de darnos: sobre todo en Carlos Paz, permanentemente amenazada por la frivolidad mercantil de eventos en su mayoría pensados nada más que para hacer negocio y entretener livianamente a la gente. En este sentido -además de agradecer la invitación para hablar hoy aquí- celebro que el Concejo de Representantes no haya dejado pasar por alto esta ocasión, que seguramente se repetirá, en el futuro, con otras personalidades y bienes que integran nuestro patrimonio cultural: tenemos que formar consumidores de cultura de punta. Por más que sea una tarea lenta y sin aparentes retornos, a la larga es la que deja los únicos resultados significativos: el caso Furt, en este sentido -repito- es todo un ejemplo.
Pero volvamos sesenta años atrás.
Si tuviéramos que mencionar a algunos escritores reconocidos que gracias a Jorge Furt nos visitaron, viviendo y creando entre nosotros ( y hablamos no sólo de la residencia de Villa del Lago, sino también de la antigua casona de Estancia Vieja, en donde Furt se instaló y formó familia después de pasar algunas temporadas en Tanti ) bastarían, por ejemplo, los nombres de Ricardo Molinari, Enrique Wernicke, Cayetano Córdoba Iturburu, Pablo Rojas Paz, Eleuterio Tiscornia o Arturo Marasso, entre otros, para dimensionar la magnitud de la materia gris y el talento que especialmente en las décadas del 40 y el 50 circularon por nuestras sierras recogiendo algo más que aire puro, peperina o vistas panorámicas. No debo olvidar la mención de un nombre clave para Furt: vinculado a la doble vía del arte y de la religión, según fue el influyente y genial Fray Guillermo Butler, del que siempre que pudo Furt estuvo cerca.
El otro aspecto a destacar que invita a ser revisado a propósito de su genio y figura -aunque sea así, a vuelo de pájaro- es el modelo de intelectual que él encarna y que, en una situación socio-cultural como la que se vive en el país, no cabe, hoy, sino echar de menos. Hablamos concretamente de ese tipo de hombre definido, en general, como humanista -agotado con la modernidad, de la que fuera uno de sus mejores resultados- y cuyas versiones locales inevitablemente nos llevan a evocar figuras como la de Ricardo Rojas, Joaquín V. González , Leopoldo Lugones, Juan Bialet Massé o Ezequiel Martínez Estrada: individuos formados en multiplicidad de saberes (filosofía, música, pintura, antropología, arqueología, folklore, sociología, política, además de literatura y afines) que eran puestos al servicio de la sociedad y muchas veces convertidos en acciones concretas gracias a la gestión personal y comprometida que ellos mismos encaraban. Jorge Furt era ese tipo, ese “modelo” de hombre, al que le importaba poco que su amigo e invitado a su “castillo” estuviese afiliado al partido Comunista -como Enrique Wernicke, Leónidas Barletta o Cayetano Córdoba Iturburu, tío político del Che Guevara- ya que las charlas entre ellos se daban en razón de intereses superiores, sin dejar, nunca, de involucrarse en lo más próximo.
Furt buscaba lo que necesitaba allí donde ello se encontrara. En la universidad estudió Medicina y Letras. Su interés por la antropología y el folklore lo llevaron a estudiar con Juan Ambrossetti y Lehmann Nitsche. Pionero en el país en la recopilación y publicación de coplas y leyendas populares –como señalé al comienzo-, también trabajó arduamente en la investigación de las vertientes literarias y artísticas propias de la literatura cristiana y de las culturas clásicas. Participó en excavaciones en Pompeya (Italia), trabajó en la biblioteca del Vaticano y se formó como riguroso bibliófilo. Investigó la historia nacional, dejando trabajos publicados de gran valor; fue director del Museo Colonial e Histórico de Luján y miembro de múltiples academias y asociaciones científicas y culturales de nuestro país y de Latinoamérica. Una de sus contribuciones más importantes, además de su obra escrita, contenida en una veintena de volúmenes que esperan ser releídos, es la formación de su biblioteca, que tuvo inicio aquí -en este lugar donde nos encontramos para recordarlo- en la Villa del Lago que hoy pertenece a Carlos Paz. Esa biblioteca -actualmente en la Estancia “Los Talas” de Luján, es considerada, con más de 40.000 volúmenes, una de las más completas del país, especialmente en lo que atañe a historia y literatura argentina.
Recordemos finalmente que fue Jorge Martín Furt quien en l946, hipotecando sus bienes, como decía recién, compró el archivo personal de Juan Bautista Alberdi, integrado por libros, 7.500 piezas de correspondencia, libretas y demás manuscritos que son consultados permanentemente por investigadores y estudiosos de todo el mundo, también en la legendaria Estancia “Los Talas” cerca de Luján, en donde alguna vez buscara refugio y paz nada menos que Esteban Echeverría: el admirado Echeverría al que Jorge Martín Furt le dedicó uno de sus mejores libros.
Volvamos a nuestro pueblo. Hace algunos años -por ordenanza- se consiguió que una calle de su amada Villa del Lago, que aún muestra como un emblema la casa-castillo en la cual sigue viviendo parte de su familia, llevara su nombre. Tiempo después, que la biblioteca del Centro Vecinal de Barrio Miguel Muñoz, de nuestra ciudad, también lo recordara. No sé si eso se mantiene, y si al ver ese nombre los vecinos saben de quien se trata. En el mes de noviembre del 2013, su nombre también jerarquizó la Sala principal de la Feria del Libro que se llevó a cabo en el Puente Carretero de nuestra ciudad.
Este sencillo homenaje pretende contribuir al recuerdo y valoración de un vecino y una familia que nos enorgullece. Y lo digo como carlospacense y como argentino.
Las palabras para la posteridad las dejó escritas -a los pocos días de su fallecimiento, el siete de febrero de 1971- su gran amigo y asiduo conviviente de sus casas de Villa del Lago y “Los Talas”, el poeta Ricardo Molinari.
Vuela el halconcito bravo
con sus alas sostenido
¿Quién quisiera tan ligero?,
libre, por detrás seguirlo.
Dicen que se fue y ha muerto
que anda lejos y liviano
como humo frío y movido,
con el viento del verano.
Conoce que vaga muerto
su querer morir callado;
ya puede soñar con gusto
todo consuelo olvidado.
Siempre lo sabremos muerto
a su tierno desencanto.
Extraño, devuelto, extremo;
perdidizo y desandado.
¡En ocio hermoso callado!
A J.M.F.: Elegía (La Gaceta, Tucumán, 03/71)
Aldo Parfeniuk (7/2/14)
Descargar Archivo
|